lunes, 27 de septiembre de 2010

Silencio


Yo no sueño la vida, yo vivo los sueños y soy un Peter Pan perdido en el universo, que busca desesperadamente la vuelta al País de Nunca Jamás donde todo es posible y nada deja de sorprenderme.

Han tenido que transcurrir días, semanas, quizás mucho más aún, para tener capacidad de leer y escribir, consciente de que ya no serán los mismos ojos los que cada día, en silencio, recorrerán mi alma para luego devolvérmela en cariño, a trocitos y en voz baja.

He esperado que acabaran las tormentas, que pararan los vientos, que huyeran las nubes, que los susurros se trasformaran en canciones y que una lágrima cayera sobre la flor en el camino, perdiéndose en el rocío de la mañana.

Pensé que me había hecho duro y acostumbrado a las despedidas, pero cada una es diferente de las otras y en esas unas y otras, se vuelven desgarros en las entrañas que son irrecuperables.

He peregrinado todas las calles que anduvimos juntos, he regresado a todos los lugares en que vivimos una sonrisa o una palabra. Me he sentado en cada piedra desde la que, amándonos en conversaciones sin fin, mirábamos el mar fuerte y ansioso que espejeaba nuestros anhelos y proyectos.

Necesitábamos vida y la vida nos dio ausencia.

Necesitábamos tiempo y el tiempo estalló en tormenta.

Necesitábamos espacio y nos pusieron cadenas.

Necesitábamos color y nos pintaron el mañana en grises.

Silencio… Necesito silencio.

Sentirme ausente, no participar.

Estar en la reserva.

Que mis palabras no estropeen el aire. No hablar, no sentir, dejarme llevar pasando inadvertido.
Vivir interiormente, sólo hablándole al alma, que ella me escuche, sin ser juez, sin hacer preguntas, sin pedir explicaciones.

Remozarme por dentro en un baño de paz.
Darme tiempo a que el volcán ceje en su erupción, que la lava se apacigüe hasta que no quede sino un manto de piedra al que ya no se pueda lastimar.

Y mientras tanto, no abandonar ni un solo instante la capacidad de seguir vivo.

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