viernes, 8 de octubre de 2010

Dicen...


Dicen que el insomnio es propio de las épocas de cambios…
Dicen que hay que desear intensamente algo, para conseguirlo…
Dicen que si devuelves bien por mal, al final encontrarás tu recompensa…
Dicen que si recibes una bofetada, debes poner la otra mejilla…
Dicen que el malvado descansa algunas veces, el necio jamás…
Dicen que el silencio es el único amigo que no traiciona…
Dicen que si se cierra una puerta se abre una ventana…
Podría estar escribiendo frases hasta que mis manos se secaran de fuerzas para seguir. Quién no conoce una que le han dicho como si de una panacea se tratara?
El espacio y el tiempo me han enseñado que las frases son eso, sólo eso.
Porque el insomnio llega sin avisar, cuando el alma se encoge y la mente se arremolina.
Porque la duda aparece y horada insistente los arrebatos de los dedos curiosos.
Porque he deseado tan intensamente algunas cosas que deberían ser ya verdaderos axiomas.
Porque no hago mal a nadie y no espero recompensas.
Porque no voy a poner la otra mejilla si me dan una bofetada, y responderé en la medida que me duela y según la envergadura de mi adversario.
Porque el malvado no descansa, y el necio no tiene que esforzarse en serlo al no tener consciencia de su necedad.
Porque el silencio, es dignidad a veces, dejadez otras y siempre la imposibilidad de sentir una mano amiga o un corazón dulce… y la negación de toda posibilidad de que el mundo te escuche.
Porque caminar con la cabeza erguida, el paso firme, la mirada fresca, la sonrisa serena, el alma despierta y la mente clara es lo único que puede mantenernos siendo dueños de nuestra propia y única valía, la fortaleza y la paz que mantiene los pilares de nuestros pasos.
Y por lo que no hago, por lo que construyo, por las caídas, por los caminos recorridos, por las cimas sin expugnar, por las esperas que vendrán y los amores en que sucumbiré… acaricio ávidamente cada suspiro cuando puritana el alba o frívola la sombra, me envuelven inesperadas desde el cabello a las sandalias.
Por ellas permanezco…
Porque si aceptara que has cerrado tu puerta, asumiría que siempre habrá alguien marchándose de mi vida y el adiós se anudaría en cada dicho transformado en eterno, en cada esquina recostado en tus besos; remansos en los que, probablemente, esconderé más tarde otras caricias y otros besos que me traerán de los tuyos, el sabor a dátil y miel.

Nadie escuchará ni beberá el color de mis lágrimas. Nadie verá ni rozará el sabor de mi angustia. Nadie sabrá que se puede morir constantemente respirando el sonido de una ausencia.

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